“Es necesario convocar a todos para seguir construyendo un país inclusivo”

Un discurso de una hora y diez minutos y un claro equilibrio entre el balance de la gestión y el llamado a ampliar las fronteras del peronismo para profundizar el modelo de crecimiento. Con ese mensaje, la presidenta Cristina Fernández abrió las puertas de la residencia de Olivos para reunir allí al pleno del Consejo Nacional del PJ por primera vez tras la muerte de Néstor Kirchner. La presidenta evitó el traspaso formal de la conducción partidaria, en manos del ex mandatario hasta su repentino fallecimiento, tanto como una proclama del PJ a favor de su reelección para 2011. Esas señales, sin embargo, sobrevolaron el encuentro y quedaron traducidas en la masiva presencia institucional y partidaria; en la adhesión de ministros, gobernadores del PJ y legisladores; del jefe de la CGT, Hugo Moyano, y de los dirigentes de los  movimientos sociales cercanos al gobierno que integran la jefatura partidaria. También estuvo presente Sergio Massa, intendente de Tigre. Varios de ellos, especialmente los gobernadores, ratificaron ayer el liderazgo “natural” de Cristina en la proyección hacia los comicios presidenciales de 2011.
Ante los 75 integrantes del Consejo e invitados especiales, Cristina habló de la necesidad de una “apertura” política, de “ampliar la convocatoria” más allá del PJ. “Vivimos un mundo diferente y los cambios que vienen serán acelerados y el que no pueda decodificarlos quedará rezagado. Hay que ver las señales que envía la sociedad. Tenemos que tener amplitud para que todos se sientan parte. Es necesario convocarlos para seguir construyendo un país inclusivo”, subrayó. Fue una exhortación a abandonar los dogmatismos partidarios.
El encuentro entre Cristina y el PJ había comenzado a gestarse hace poco más de un mes. Siempre reacia a los plenarios partidarios, la presidenta, como anticipó Tiempo Argentino, instruyó a sus colaboradores a esquivar cualquier formalidad y ordenó dejar la estructura del Consejo sin modificaciones, es decir con Daniel Scioli, hoy vicepresidente, en la primera línea de la grilla institucional. Así, el acto estuvo destinado a proyectar su figura como líder “natural” del partido de gobierno. Desde ese lugar, la mandataria invitó a una “lectura” transversal de la gestión para mirar hacia el futuro. “Lo hemos hecho los peronistas, pero también acompañados por otros sectores, movimientos sociales y políticos que están totalmente identificados con este proyecto nacional, popular y democrático”, puntualizó.
Para llegar a esa formulación, Cristina dedicó buena parte de su discurso a exaltar los logros de su gobierno tanto como del proyecto iniciado por Kirchner en 2003. De la “solidez de las variables económicas”, pasando por el crecimiento económico, la creación de nuevos puestos de trabajo y la política de desendeudamiento, hasta la Asignación Universal por Hijo (AUH), la Ley de Medios, el matrimonio igualitario y la creación del Ministerio de Seguridad, la presidenta hizo un repaso pormenorizado, apoyado en estadísticas. Con cifras y comparación de datos, el énfasis estuvo en demostrar la solvencia del modelo económico, la llave de cualquier pronóstico electora. “En los últimos siete años el país registró un gran crecimiento, pero no un crecimiento cualquiera sino con fuerte inclusión social a partir del modelo y de políticas activas”, afirmó. El balance y el mensaje de exhortación al PJ se completó con críticas solapadas a la oposición −habló del peor año legislativo y de las trabas al Presupuesto Nacional− y a la corporación mediática. Relacionó con “cierto grado de mezquindad” la supuesta participación de sectores políticos en las ocupaciones de la Ciudad de Buenos Aires. “Es una forma de hacer política antigua”, dijo. Y apuntó contra los medios tradicionales al recordar la tapa del diario Crítica del día después al 17 de octubre de 1945. “Hablaba de hordas de lúmpenes que habían llegado a la Plaza de Mayo. Moraleja: nunca creas en lo que dicen los diarios más importantes porque no saben lo que pasa. Algunas cosas cambian, otras se mantienen inalterables”, comparó.

Videla admitió que hubo actos de horror, pero justificó el genocidio

Con voz firme y marcial, parado en el estrado ubicado frente al Tribunal Oral Federal 1 de Córdoba, el ex dictador Jorge Rafael Videla leyó durante 45 minutos su visión personal y política de la historia reciente del país y del terrorismo de Estado que él comandó durante la última dictadura cívico-militar, la que definió como la “última guerra interna”.
Al hablar un día antes de la sentencia en el juicio oral por el fusilamiento de 31 presos políticos, Videla cargó contra “los enemigos de ayer que hoy gobiernan el país y pretenden erigirse en paladines de los Derechos Humanos”, en clara alusión a Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández, a quienes acusó de “intentar la instauración de un régimen marxista”. “No he venido a defenderme ni a alegar en mi defensa, asumiré bajo protesta la injusta condena que se me pueda poner, como contribución a la concordia nacional que ofrezco como un servicio más”, dijo el ex integrante de la Junta Militar al finalizar su lectura.
Videla dijo ser un “preso político” y un “chivo expiatorio” que es víctima del “terrorismo judicial”. Y hasta admitió que durante la dictadura “se llegó a situaciones límites con actos que rayan en el horror, pero deben ser comprendidos en el marco de un conflicto bélico interno”.
Al comenzar su discurso, Videla agradeció a sus “camaradas” imputados por delitos de lesa humanidad, entre ellos el ex jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, por haberle cedido parte de sus minutos para completar su alocución. “Más que como imputado, vengo a hablar como testigo y partícipe y siento el deber de hacer llegar a la sociedad y en especial a la juventud, manipulada por la propaganda artera, mi visión sobre aquellos hechos que constituyen el marco de este juicio y otros donde estoy imputado”, comenzó.
Con términos como “guerra revolucionaria”, “conflicto interno” y “guerra justa”, Videla señaló las particularidades del terrorismo de Estado que terminó con 30 mil personas desaparecidas: “Fue una guerra sucia y fue imprecisa desde su comienzo. ¿Cuándo realmente terminó esta guerra? Más allá de las operaciones, no puedo asegurar que esta guerra haya terminado, ahora continúa  pero utilizando medios no violentos”, opinó, y agregó que esta “guerra” contó con la adhesión de la ciudadanía, “por lo que resulta falso decir que fue un resultado del enfrentamiento armado entre grupos antagónicos: Fue la sociedad argentina la principal protagonista de la guerra.”
Se referió al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y opinó que “no agregó nada a la guerra que ya se desarrollaba desde octubre de 1975” (con el decreto de María Estela Martínez de Perón para “aniquilar la subversión” que dio inicio al Operativo Independencia en Tucumán).
Videla, por primera vez en el banquillo de los acusados desde el Juicio a las Juntas, hizo un freno en su relato e introdujo una anécdota sobre un encuentro con el dirigente radical fallecido Ricardo Balbín. “Un mes y medio antes de iniciado el Proceso de Reorganización Nacional, el doctor Balbín me invitó a una reunión privada. Me expresó el riesgo de la situación caótica que vivía el país y me preguntó: ‘Frente a esta situación, ¿van a dar el golpe o no?’. Le respondí que si por dar el golpe entendíamos fecha y hora de su ejecución, no había golpe pero, para evitar ser sorprendidos por los acontecimientos, habíamos tomado contacto con dirigentes y habíamos logrado esbozar algunas ideas básicas para hacer frente a la coyuntura. Me interrumpió y me dijo: ‘Si esto es así, háganlo cuanto antes, evítenle a la República una larga agonía. No pretendan el aplauso de un viejo dirigente político frente a la interrupción del orden constitucional, pero estén seguros que tampoco sembraré piedras en el camino”, recordó.
Al ex dictador lo siguió en el estrado Vicente Meli, ex jefe del Estado Mayor de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada, quien celebró las palabras de Videla, a quien continúa nombrando como su “comandante en jefe”, y Carlos “Tucán” Yanicelli, quien dijo ser inocente y víctima de una persecución de los organismos de Derechos Humanos de Córdoba.